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“Mesas de Trabajo”: El Club Privado de los de siempre…

Alexander Cuenca

Las mesas de trabajo deberían ser espacios de diálogo abierto entre instituciones públicas, sector privado y asociaciones para generar soluciones reales a problemas comunes. Pero en muchos casos, no son más que reuniones cerradas donde se invitan entre los mismos de siempre, dejando fuera a quienes realmente deberían estar en la discusión.

❌ Asociaciones que ni siquiera convocan a sus propios socios. ❌ Decisiones tomadas entre amigos y conocidos, a puerta cerrada. ❌ Acuerdos hechos a conveniencia, lejos del verdadero interés colectivo. Esta práctica no solo es una burla para quienes esperan transparencia e inclusión, sino que es un tipo de corrupción disfrazada de diálogo. Cuando las decisiones que afectan a todos se toman en secreto, sin pluralidad ni representatividad, se benefician solo unos pocos y se perjudica a la sociedad en su conjunto.
Y lo más indignante es que en muchas de estas mesas están abogados que ni siquiera respetan el derecho. Se supone que su profesión es defender la legalidad y la justicia, pero participan en arreglos opacos, negociaciones entre bastidores y acuerdos hechos a medida de sus intereses.

¿Cómo pueden hablar de principios y normativas cuando ellos mismos actúan al margen de los valores que deberían representar?

El problema no es la existencia de estas mesas, sino la forma en que se manejan: sin control, sin mecanismos de transparencia y sin participación real. Así se consolidan redes de poder opacas, donde los acuerdos responden a intereses particulares y no al bienestar común. Este no es solo un problema de exclusión, sino de ética y de integridad en la gestión pública y privada. Si las cosas siguen así, los espacios de "diálogo" seguirán siendo solo un show, donde los mismos se reparten la mesa, el pastel y los beneficios.
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Porque cuando la puerta está cerrada, lo que hay adentro no es trabajo en equipo, sino negociaciones entre los de siempre, con las reglas que les convienen y los resultados que les favorecen. La verdadera transformación institucional y democrática no vendrá de más comités, más mesas o más discursos, sino de una práctica radicalmente distinta: abrir la puerta, escuchar otras voces, respetar el disenso y construir soluciones con base en el interés público. De lo contrario, seguiremos repitiendo el mismo guion: decisiones entre pocos, beneficios para los mismos y exclusión para la mayoría.

Necesitamos volver a dignificar los espacios de deliberación, rescatar su esencia como lugares de encuentro y no de reparto. La legalidad, la ética y la representatividad no son decorados opcionales, son pilares fundamentales para que el diálogo sea genuino y no un disfraz. Quienes defendemos el derecho —como profesión y como convicción— no podemos ser cómplices del silencio ni de la comodidad del statu quo.

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